Entrevistar a Cecilia Ansaldo es adentrarse en un mundo en el que las palabras se unen para enaltecer la belleza y estética del lenguaje.
Cecilia, la académica de fuste, la conspicua amante de los libros, la excelsa crítica literaria, se expresa con la solvencia de quien ha dedicado toda su vida al análisis de un caudal profuso de novelas, cuentos y ensayos.
El acervo literario que lleva consigo es inconmensurable.
No hay libro que le sea ajeno y, si acaso, el paso raudo del tiempo -su más enconado verdugo- le ha impedido trashojar sus páginas, sabe cabalmente a qué autor le pertenece y de qué va el argumento de la obra.
Jubilada de los pasillos de las universidades Católica y Casa Grande, confiesa que es difícil para ella despegarse de la academia, de ahí que vuelque su pasión por la literatura en las clases que imparte a sus discípulas -dos veces por semana- en el espacio cultural Estación Libro Abierto.
De esa forma mantiene activa su vida intelectual y sofoca su curiosidad literaria.
Es miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, una distinción que recibió hace escasos dos meses y que, confiesa, no se la esperaba.
También es columnista del diario El Universo, cofundadora del Centro Cultural Estación Libro Abierto y directora del Comité de Contenidos de la Feria del Libro de Guayaquil.
Revista digital Bagre conversó con ella y esto fue lo que nos dijo:
En julio de este año recibió la distinción de miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Siete años atrás, se convirtió en miembro correspondiente de esa honorable institución, ¿cómo recibió ese nombramiento?
No lo esperaba. Uno puede ser miembro correspondiente toda la vida, de tal manera que esta iniciativa de la Academia Ecuatoriana de la Lengua me brindó un momento de felicidad en una instancia muy satisfactoria porque la intención en este caso es colaborar, estar más activa.
A pesar de que vivo en Guayaquil y todo lo fundamental ocurre en Quito, es interesante saber que en ese núcleo de estudio, y de interés por la Lengua Española y por nuestra literatura, hay un sillón que me corresponde.
Fue el sillón de Juanito Valdano, mi queridísimo amigo y tesorero de la Academia. Es un puesto de honor que acompaño simbólicamente con todo el corazón.

Su discurso de incorporación en calidad de miembro de número fue De la voz armoniosa y profunda: mujer y poesía en la obra de María Piedad Castillo de Leví y Aurora Estrada y Ayala. ¿Por qué eligió a estas dos escritoras?
Yo vengo trabajando con el tema mujeres que escriben desde los ochenta; recuerdo mis primeros pasos, mis descubrimientos, mis primeras lecturas.
Ese nombre del grupo que fundamos en el año 84, Mujeres del Ático, viene de un libro fundamental del feminismo literario que se llama Las locas del ático.
Es un emblema de ese espacio de reserva, de trabajo casi invisible que hacían las mujeres desde el pasado y del que fueron emergiendo para tomar la palabra.
Llevo varias décadas de lectura, de estudio, de preocupación por las mujeres que trabajaban en el mundo intelectual y de allí en adelante no me he detenido.
Están mis trabajos antológicos sobre las mujeres que han escrito en el Ecuador, está mi permanente estudio y seguimiento de generaciones de mujeres literatas, hasta que por circunstancias históricas caí en la obra de estas dos mujeres.
Precisamente, en estos dos años hemos tenido libros nuevos sobre las obras de María Piedad Castillo de Leví y Aurora Estrada.
Esos libros llegaron a mis manos; el uno a través de la colección Bicentenario del Municipio de Guayaquil, donde está Poesía de ayer y hoy, de María Piedad; y el otro a través de una publicación de la PUCE, de Quito, una antología de Aurora.
Entonces dije para mi propio estudio: he aquí dos mujeres que no conozco lo suficiente y me dediqué a estudiarlas.
Para mí fue un trabajo muy estimulante, un redescubrimiento valioso, y me dediqué a ellas de tal manera que siento que en esta tendencia al olvido, que tenemos los ecuatorianos, fue una coyuntura necesaria dedicarles un momento de atención con las veinte páginas que escribí para mi discurso.
Encuentro en ello una especie de remozamiento de la mirada sobre mujeres que ya estuvieron preocupadas sobre lo que hacían las mujeres de su tiempo.
Si los seres humanos fuéramos inmortales y usted tuviera la posibilidad de articular u organizar una feria del libro, así como hoy lo hace, ¿a qué escritores convocaría? Supongo que Sor Juana sería la primera…
Imagínese usted, qué maravilla, una escritora con hábito sentada ante el público, y conversando. Qué revolucionaria sería esa figura.
Pues sí, invitaría a Sor Juana indiscutiblemente. Invitaría a Virginia Woolf, a Simone de Beauvoir, cuya voz vendría con toda la avalancha clarificadora del género femenino.
Siguiendo en el tiempo invitaría a Vivian Gornick, la norteamericana que en este momento tiene 87 años de edad y acaba de estar en el “Hay Festival de Querétaro”, demostrando que ni siquiera la edad en el mundo contemporáneo es un impedimento para estar activa, para estar lúcida, para escribir.
Habría un rosario de figuras enormemente importantes. Ecuador no se queda atrás; con felicidad hoy tiene mujeres de entre los 30 y 40 años totalmente activas, totalmente lúcidas en lo que tiene que ver con el trabajo, la reflexión y la palabra activa.

Sobre la literatura, Cecilia dijo en una entrevista que concedió a esta servidora hace dos años: “Es interesante constatar que la literatura no decae, que se crece con los conflictos y las crisis. Todo, todo se encuentra tarde o temprano con la literatura”.
Como académica de formación, de hecho y de derecho, Cecilia Ansaldo se ha convertido en un adalid de la crítica literaria, por ello sus opiniones son una guía imponderable para todos quienes, al igual que ella, aman la literatura y se han comprometido con ese invaluable instrumento que honra a la palabra.