Ser auquista es un acto de fe

Fotografía: Sociedad Deportiva Aucas.
Tras una racha siendo el mejor equipo de la temporada, Aucas se consagró campeón de la LigaPro 2022. Fundado hace 77 años, es la primera vez que su hinchada vive esta alegría.

No basta con persignarse. Antes de salir a la cancha, los jugadores de la Sociedad Deportiva Aucas (SDA) se encomiendan a todas las deidades cristianas. La Virgen, el Divino Niño y Jesucristo cuelgan de las paredes de la pequeña capilla que se encuentra junto a su camerino, en el Estadio Banco del Pacífico Gonzalo Pozo Ripalda, ubicado al sur de la capital. Se detienen un momento ante las imágenes y rezan.  La costumbre la instauró en los noventas el técnico Juan Ramón Silva. 

Tanta fe es comprensible, considerando que hablamos de un equipo que se retrató en fotografías monocromáticas, y cuyos continuos descensos a lo largo de su historia han impulsado la idea de que, más allá de la pericia o el estilo, lo único que los podría llevar a un posible triunfo sería, nada más y nada menos, que la fuerza omnipresente de Diosito Santo. 

Pero este no siempre fue el caso. El equipo, fundado en 1945, ingresó al imaginario colectivo como una bancada triunfadora. Se instauró de la mano de la compañía Royal Dustch Shell, con jugadores sacados de su propia plantilla de trabajadores y de equipos de la época como El Titán. El nombre, señala la historia del club, se tomó de la figura del hombre Huaroani y de su fiereza frente a las incursiones de la petrolera en sus tierras ancestrales. Este logotipo y su denominación como ‘el equipo oriental’ fue lo único que quedó de aquella fundación amazónica, pues pronto mudaron su sede a Quito. 

El sabor de la gloria

En esos primeros años, el conjunto se consagró tricampeón de las copas provinciales y permaneció invicto durante tres años, tres meses y doce días. Pero nadie, al día de hoy, lo recuerda. 

“Mi abuelo era adolescente cuando el Aucas llegó a Quito. Decía que, cuando empezaron, el pueblo le tenía antipatía porque se llevaron a los mejores jugadores de otros equipos. Pero como siempre ganaban, empezó a caer simpático”, cuenta Adriana Herrera, una ‘auquista’ de tercera generación.  

Tras aquella breve época de gloria, y otra de anónima estabilidad, el conjunto tuvo una última conquista en 1962, cuando obtuvo el título de Campeón Interandino. Las fotos de la época muestran a una hinchada enardecida elevando la copa y a sus jugadores por las calles de la ciudad. 

Pero tras la gloria llegó la caída, precipitada por cuestionadas administraciones, manejos financieros opacos y la baja venta de entradas. Entre 1963 y 2021, el equipo descendió a la Serie B.

Fotografía: Fútbol de antaño, Ecuador.

Fans hasta la muerte

Pese a los 65 años de mala racha, la hinchada de “Papá Aucas” se ha mantenido fiel. En el estadio, las graderías se llenan de familias enteras ataviadas de rojo y amarillo que corean a todo pulmón sus canciones, aderezadas por enormes bombos y el son de la música chicha. 

“Aucas, locura/ que tenemos aguante, / eso no hay duda.

Aucas, te quiero, / si no puedo alentarte/ yo me muero”.

Denominado el “equipo del pueblo”, el Aucas fue juntando a sus fanáticos en las canchas de tierra y las graderías populares del extinto estadio de El Arbolito. Sus jugadores eran obreros y su plantel, en un inicio, era exclusivamente nacional. Incluso después de las pérdidas y la bancarrota, sus fanáticos se mantuvieron al pie del cañón. Un fenómeno al que Edwin Contreras, miembro de la barra brava del club, denominada ‘Armagedón’, califica como “enamoramiento”, y que el doctor en Ciencias Sociales Fernando Carrión describe como “la encarnación social de los imaginarios identitarios de ciertos sectores”, en su libro ‘Luchas urbanas alrededor del fútbol’. 

Es decir, para unos, el amor de la fanaticada es pura e incuestionable, mientras que para otros la historia del equipo es la de la revancha social, la del pobre que sobrevive a punta de garra. 

“Hay gente, como mi tío, que se murió sin ver al Aucas campeón, pero que nunca se arrepintió de ese amor”, agrega Contreras. “Quién más que el pobre sabe lo que es perder, pero no dejarse morir”.

Macho” que se respeta

En los superclásicos, aquellos partidos del Aucas contra la Liga Deportiva Universitaria (LDU), los hinchas más antiguos gritaban a todo pulmón un calificativo que llevaban en la sangre: “¡Aucas, tu mozo, marido y mantenedor!”. Este también databa de sus breves épocas de gloria, cuando el conjunto llenaba los estadios y la taquilla, ganaran o perdieran, sumaba solo lucro para sus rivales. 

Pero de esas épocas en las que el Aucas le mostraba a sus rivales su poderío queda solo el recuerdo. Sus fondos hoy en día no da para mantener a los otros equipos, y ni siquiera se estiran lo suficiente como para cancelar los sueldos de su contraparte femenina, que en la actualidad juega solo por amor al arte.

De este silencioso equipo poco se habla. Pero el ‘Auquitas’, como es apodado cariñosamente por sus rivales, inauguró un exitoso conjunto de jugadoras en 2004, que llegó hasta el tercer puesto de la Copa Experimental de Loja. La falta de apoyo acabó con su cierre en 2008 y no se refundó hasta una década después, cuando un decreto de la CONMEBOL (Confederación Sudamericana de Fútbol) volvió obligatorios los equipos femeninos en las plantillas.

No obstante, tras un accidentado debut, el equipo, al más clásico estilo del Aucas, descendió de la Superliga Femenina y hoy continúa como un equipo amateur. Por ello, sus estrellas no reciben un sueldo. Son las hijas de un ‘Papá Aucas’ chiro, al que el ‘kushki’ (dinero) solo le alcanza para sus varones.  

La fe, de nuevo

El actor quiteño Eduardo ‘Mosquito’ Mosquera, por ejemplo, no ha descartado ir de rodillas hacia el santuario de la Virgen del Quinche si el Aucas gana. Otros, como Daniel Mera, han consagrado el triunfo al Sagrado Corazón de Jesús. “A mis setenta años, me puedo ir en cualquier momento, pero lo único que pido es vivir hasta ver al Aucas campeón”. 

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