Si bien amar es algo innato y forma parte de nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos, desconocemos mucho sobre el amor, sobre todo el amor en pareja.
“Somos grandes dependientes y grandes necesitantes (sic) de afecto. Y sin embargo, no sabemos casi nada del amor. Es algo que va en nuestra contra, porque entre más conocimiento objetivo tengamos del amor, mejor lo podemos experimentar y mayores beneficios podemos obtener de él”, manifiesta Ana Dolores Verdú.
Esta antropóloga y académica ha observado que el ambiente en el que nos desarrollamos, así como el momento que nos toca vivir son factores que determinan cómo expresamos y cómo vivimos el amor en pareja.
“Para entender el amor en nuestro contexto actual tenemos que comprender que estamos viviendo un momento de transformación de los roles sexuales. Y eso afecta también, porque el amor que nos han enseñado es un amor muy heterosexual, muy estereotipado”.
Ana Dolores Verdú
“Antes las personas aceptaban mucho mejor que el amor estuviera modelado por esos patrones culturales y aceptaban mejor el matrimonio y las reglas impuestas, en cuanto a la relación y al género”, señala.
“La evolución es positiva, lo que pasa es que en esa transición tienen que pasar muchas cosas. No pasamos de un modelo a otro en un día. Hay que explorar, hay que equivocarse”, refiere Verdú.
Amor y redes sociales

Tal vez la mejor manera de entender cómo el modelo de consumo en el que vivimos actúa en las relaciones amorosas son las redes sociales, como Tinder, Grindr y demás aplicaciones de citas.
“En la parte negativa, yo veo que (las redes sociales) pueden ser adictivas y nos pueden desconectar de las bases reales que forman una relación afectivo sexual, es decir, de la intimidad, el compromiso”, opina.
“El reconocimiento que se consigue en una red social es un poco más superficial y de alguna manera ficticio, de alguna manera placebo. No es un reconocimiento real entre dos personas que se conocen a profundidad y establecen una relación recíproca”, señala la docente investigadora.
“Veo también algo positivo: yo creo que esto ha puesto de relevancia la vulnerabilidad del ser humano, que necesita realmente ser querido, ser visto, ser reconocido”.
“Esa autoconciencia de nuestra vulnerabilidad y de nuestra necesidad me parece la parte positiva. Nos puede ayudar a conocernos mejor a nosotros mismos. (Sin embargo) no creo que (las redes sociales) nos ayuden a tener una relación de pareja realmente”, añade.
Una relación se construye
Ana Dolores Verdú ha estudiado la forma en que construimos nuestras relaciones amorosas.
“La pregunta es cómo aprendemos a construir las relaciones de amor”, dice categórica.
“La relación es una construcción en la que te van a ayudar mucho los referentes que tengas. Una pareja que se estaba separando con naturalidad, con armonía y con respeto mutuo es una buena referencia para unos hijos jóvenes”.
El ver que las relaciones que se rompen no tienen por qué producir violencia ni odios ni conflictos, destaca la académica.
Manifiesta que “en la vida nada es eterno, entonces que nos estén vendiendo esa referencia de amor eterno, de amor para toda la vida, nos perjudica”.
“Estaría mucho mejor que nos prepararan para aceptar los cambios en la vida, para aceptar que una relación aunque haya sido buena se puede terminar y no pasa nada”

Por otro lado, el derecho de los ciudadanos está sobre el derecho divino.
Tanto así que en nuestro país dos individuos que han decidido compartir sus vidas sin estar casados legalmente pueden acceder a derechos de pareja con la figura de unión de hecho.
Para la terapeuta María Dolores Proaño, las personas en general han perdido la confianza en el matrimonio, lo ven como una institución caduca.
“Los seres humanos no somos islas, siempre vamos a buscar la compañía, de una u otra forma, pero ahora mucha gente prefiere evitar complicaciones a futuro. De alguna triste manera es como estar pensando desde el inicio en lo que ocurrirá cuando se separen”, apunta.
Asimismo, dice que “el matrimonio como institución no creo que haya fracasado por su legalidad, sino por lo que representaba y representa aún en muchos lugares: un contrato que daba ventajas ilimitadas al hombre y abrumadoras responsabilidades a la mujer”.