Soy Zoila Espinoza Minda. Nací en 1933 en Ambuquí, una pequeña población ubicada en la provincia de Imbabura, en Ecuador.
Estudié hasta el quinto año de educación básica. Para mi padre, guardia de estanco, y mi madre que desempeñaba labores de agricultura, era muy difícil darnos educación a mí y mis cinco hermanos. Para ayudarlos con los gastos de la casa y nuestros propios estudios, trabajamos desde niños.
Sin mayores oportunidades de acceder a plazas de trabajo por mi educación incompleta, me dediqué a lavar ropa ajena y al servicio doméstico. Estas labores me permitieron mantener a mis once hijos.
Después de las arduas jornadas laborales, seguía con el cuidado de mis hijos y el hogar. Sin embargo, mi espíritu jovial por naturaleza, me impulsaba terminar los días bailando bomba, un género musical afroecuatoriano original del Valle del Chota.
La afición por este baile me mantuvo alegre, optimista y con una sonrisa que no se empañó jamás, pese a las vicisitudes y circunstancias adversas en las que viví. Lo que no sabía en aquellas noches en las que bailaba a solas para fortalecer mi espíritu, era que bailar bomba se iba a convertir, en muy poco tiempo, en mi forma de vida.
En efecto, un día, cuando tenía cuarenta años de edad, en lugar de buscar ropa ajena para lavar, decidí bailar bomba y recitar coplas en Ambuquí. Mi fama se extendió más allá de mi pueblo natal. Con este arte, llevé la cultura afroecuatoriana a ciudades del Ecuador y más allá de sus fronteras. Entonces me bautizaron como La Reina de la Bomba.
En mis últimos años de vida, mi corazón empezó a fallar. Los médicos me recomendaron que deje el baile. Pero no lo hice. Se puede decir que morí bailando. Para mí, hacerlo significaba ponerle una pausa al racismo, la discriminación, el dolor y el miedo.
En el 2017 fallecí en mi natal Ambuquí. Mis restos mortales fueron llevados al cementerio del Valle del Chota. Mi legado impulsó a que se declare el 17 de septiembre como el Día Nacional de la Bomba.