Sirenas

Tetris matrimonial

Tetris Matrimonial
Ilustración: Natalia Álvarez.

El noticiero presenta otro asesinato.

En la cocina hierve agua…

El departamento es como jugar al tetris, el matrimonio también.

Mi esposo se encuentra con otra mujer, revisé su whatsapp.

Los noticieros hablan de lluvias acompañadas con relámpagos en Guayaquil, deslizo mi dedo índice por el celular.

Facebook y el síndrome de las apariencias.

***

—¿Puedo ir?

—Sí. Avísame cuando estés cerca.

Hago un monólogo en mi cabeza con suposiciones: sexo, sangre y algo de alcohol.

Le escribo a mi esposo, que suele oler las mil formas del engaño.

Contesta cariñoso, raro en él.

Luciano llama otra vez.

—Estoy cerca del parque.

—Ahora salgo.

Estoy lo más naturalmente inquieta.

La última vez que hablamos y tuvimos sexo fue antes de casarme.

Cuando se enteró de mi decisión se enojó. Quizás porque ya no tendríamos sexo y ni una pequeña probabilidad de enamoramiento. Nunca supe la verdad.

Un Peaugeot negro se estaciona. Avanzo. Despacio. Sin gota de maquillaje. Un vestido corto y fresco. Algo sexy y casero.

Subo, besa lentamente mi mejilla. Olor exacto entre la biela y el cigarrillo inundan el interior.

—Vamos al bar de siempre.

La noche guayaca está llena de sorpresas.

Luces de carros, esmog, bulla.

Creo que todo el mundo me observa. 

Creo que el matrimonio es una forma de asfixia. 

Son las once de la noche y su mano se desliza entre mis piernas.

Beso su boca. Quiero succionar su alma.

Su verga está dura, mete su nariz en medio de mis tetas y arranca mis olores guardados del trajín del día.

Vivir o no vivir. 

Me ahuevo.

—No puedo. Llévame a casa.

—Por Dios, ya estamos aquí. Hagámoslo.

—No puedo.

Vamos de regreso. Vamos en silencio.

Con rostro de decepción y deseo, me devuelve al hogar.

Conocí entonces sus gestos de frustración, esos gestos que nunca antes había visto.

En el éxtasis del momento olvidé que dejé agua para que hierva. Ya no queda nada.

Apago la hornilla. Apago mis ganas.

Quiero dormir. Pero no puedo concentrarme.

Pienso en su verga y su frustración. 

En su rostro entre mis tetas.

—¿Dónde estás?

—En mi casa.

–Ven.

–¿Seguro?

–Sí, estoy mojada.

Arreglo la inmaculada y herética casa. Luciano llega.

Entra. La ropa desaparece de nuestros cuerpos y la cama se adapta a nosotros.

Adormecemos los demonios con sexo oral una y otra vez. Acabo y él también.

—¿Quieres coca?

—Jalamos.

Coloco mi cuerpo encima del suyo mientras aprieta mis tetas y trata de colocar su boca en una de ellas. Es una orgía.

Los fantasmas de nuestras actuales parejas rodean la cama. 

No nos atormentan, gozamos con ellos.

Sábanas mojadas, polvo mágico en los rincones.

Oscuridad otra vez.

Nos despedimos con un pronto lo volveremos a hacer. Tal vez.

Mientras limpio la inmaculada casa por enésima vez, hiervo agua, para ahora sí, tomar café.

Juego una vez más al tetris matrimonial.

#BagreSirena: Tatiana Mendoza. Ilustración: Natalia Álvarez.