Por mi culpa, por mi culpa. Por mi gran culpa

El martes que me toca confesión en la escuela, le pediré al Padre que nos perdone a mí y a mi nana. A ella por estar con un hombre casado. Y a mí por ir a su habitación a dormir con ella.

Mi madre y mi padre trabajan todo el día. Yo paso con mi nana. Ella es la única persona que está a mi lado.

Se despierta en las mañanas. Me levanta y me prepara el desayuno: huevos revueltos y jugo de naranja. Alista mi lonchera: papas fritas con salchicha y leche chocolatada.

Esperamos juntas el bus de la escuela y en la tarde, cuando regreso, la encuentro en la parada con su amplia sonrisa que hace juego con sus ojitos pequeños y chispeantes, como estrellas fugaces.

Los sábados, mi mamá le da dinero para que me lleve al cine y me compre dulces mientras vemos la película. Regresamos a casa, caminando por las estrechas calles del centro histórico de Quito.

En el recorrido me compra cromos para mi álbum de muñecas. Las ilustraciones las representan con ojos grandes, piernas regordetas y zapatos de punta redondeada. Me quedo exhorta durante mucho tiempo mirándolas. Me imagino que son mis amigas y que vivimos las aventuras que se ilustran en el álbum.

Oscurece y mi nana me dice que es hora de cenar. Sus pequeñas manos me han preparado empanadas de queso que se chorrean por mi boca.

La noche cae. Mis padres aún no regresan del trabajo. Mi nana va a su habitación a descansar.

Me quedo sola. Tengo miedo de las sombras chinescas que dibujan las luces que se cuelan por las esquinas de la puerta de mi habitación. Veo monstruos enormes que abandonan las paredes y se acercan a mi cama. Luego se hacen más grandes. Pero en lugar de atacarme, se confunden con la alfombra y se pierden en ella. 

Me lleno de valor y me levanto de mi cama. Salgo de mi habitación y me dirijo un piso más arriba, hacia la habitación de mi nana. Le toco la puerta. Le pregunto si puedo dormir con ella. Me dice que sí.

Yo me acuesto en su cama de cobijas pesadas con motivos de vicuña. Conversamos de la película que vimos esa tarde en el cine. Luego le cuento de mis aventuras con las muñecas del álbum. Ella me escucha con atención y se echa a reír mientras calienta mis manos con las suyas.

Nos da sueño. Antes de quedarnos dormidas rezamos el rosario para pedir que Diosito nos perdone los pecados.

Mi nana le pide que tenga piedad de ella, que no la lleve al infierno porque está enamorada de un hombre casado. ¿Qué es un hombre casado, nana?, le pregunto. Ella no contesta y sigue rezando.

Él  es un policía de tránsito que conoció un día que salió a la tienda. Yo le ayudo a rezar y pido a Diosito que la perdone. Aunque no entiendo qué es lo que le debe perdonar.

Yo sí lo conozco, es muy bueno con nosotras. Un día nos llevó a El Panecillo y nos dio helados y dulces. Él y mi nana se sentaron en una banca a conversar , cerca de la estatua de la virgen que era muy grande. Enorme. Mientras tanto, yo tomaba mi helado y daba vueltas con mis brazos extendidos hasta que, mareada, caía en la hierba.  

Regresamos a casa. Era muy noche. Mi padre nos recibió molesto. Regañó a mi nana. Cuando nos preguntó dónde habíamos estado hasta tan tarde, le dijimos que fuimos a El Panecillo. Mi padre se molestó más. Dijo que era muy peligroso que las dos vayamos solas a ese lugar. No le avisamos que no estábamos solas, sino con el novio de mi nana.

***

Mi nana y yo terminamos de rezar y estamos a punto de quedarnos dormidas en su cama calentita. De pronto escucho la voz de mi padre llamándome. Él y mi madre acaban de llegar del trabajo. 

Mi nana y yo estamos medio dormidas. Y nos asustamos porque mi padre ya me ha dicho que no me vaya a dormir con ella. 

Abandono su habitación, bajo las gradas y me encuentro con mi padre. No pregunta dónde estaba porque ya sabe. Sólo dice que es muy tarde y que me vaya a acostar a mi cama.

Yo lo obedezco y vuelvo a la soledad de mi habitación. Los monstruos grandes me esperan. Siento miedo y abandono.

El martes que me toca confesión en la escuela, le pediré al Padre que nos perdone a mí y a mi nana. 

A ella por estar con un hombre casado. Y a mí por ir a su habitación a dormir con ella.

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