“Beben y beben y vuelven a beber…”: las fiestas de diciembre en Pichincha

Quito alcohol
Ilustración: Manuel Cabrera.
Si bien Ecuador se encuentra en el puesto número dieciséis del consumo regional de alcohol, Pichincha está en el top tres de provincias más ‘alegres’ del país.

“¿Por qué bebes?”, le pregunto a Alexandra. Tiene veintidós años y es maestra. No le toma ni diez segundos responder. “Me ayuda a olvidar que gano el básico”, contesta entre risas. Una sonora carcajada hace eco a su respuesta. Nos encontramos en la sala de docentes del centro educativo en el que laboro. Les he planteado a mis compañeros una pregunta para la que no tengo respuesta: ¿qué beben y por qué beben los quiteños?

Tomás interviene: “Si no es por el trago, yo no me caso”. Agrega que una noche de 2015, tras salir de la universidad, él y unos compañeros se instalaron en un bar de la calle América, en el centro norte de Quito. “Unos seis combos (oferta de cervezas) después, apareció un grupo de amigas en el que había una chica que me encantaba. Les invitamos a que se sienten con nosotros y ahí recién me animé a hablarle”, recuerda.

La cerveza es la bebida preferida por los ecuatorianos, y Pichincha no es la excepción. 2 822 826 litros de cerveza consume esta provincia. Fotografía: Mariella Toranzos Narváez.

Las anécdotas continúan: amistades que se cimentan, amores que se declaran, noches de locura que cambian la vida, secretos que solo se pueden sincerar al calor de las copas. Y el frío, siempre el frío.

En una ciudad como Quito, cuya temperatura nocturna fluctúa entre los siete y diez grados centígrados, el trago cobija. Según una investigación hecha por la Universidad de Pittsburgh en 193 países, “en las zonas más frías y en las que tienen menos sol, (las personas) consumen más alcohol”.

Y si bien Ecuador se encuentra en el puesto número dieciséis del consumo regional de alcohol, Pichincha está en el top tres de provincias más ‘alegres’, pues datos del Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC) señalan que el 20 % del trago producido a escala nacional se consume en estas tierras.

El consumo se dispara, además, a partir de la primera semana de diciembre, cuando Quito y sus numerosas parroquias rurales se engalanan para festejar a la ciudad. Las festividades son el abreboca para un mes de jolgorio, aderezado por reuniones prenavideñas, agasajos corporativos, la Navidad y el fin de año. Las cifras lo respaldan, pues según la Asociación Ecuatoriana de Importadores de Licores, en noviembre y diciembre la venta de alcohol se duplica en comparación al resto del año.

Durante la Revolución de los Estancos, criollos, mestizos e indígenas se tomaron las calles de la ciudad para lograrque el precio del aguardiente se mantuviera. Fotografía: Mariella Toranzos Narváez.

Una tradición colonial

La capital tiene una larga y prolongada tradición de hacerle a los ‘drinks’, cuyo más curioso episodio se registró en 1765, cuando el incremento en los impuestos al aguardiente generó una rebelión que arrasó con gente, edificios y, de a poco, con el gobierno colonial de la época.

En el Museo de la Ciudad, ubicado en el Centro Histórico, se puede ver una de las escenas de aquella gesta, retratada en muñecos de cera y conocida como la Revolución de los Estancos. En resumen, criollos, mestizos e indígenas se tomaron las calles de la ciudad y lograron su objetivo: el precio del aguardiente se mantuvo. La lucha independentista, en cambio, tomó cincuenta y cinco años más.

Pero quizás esta estrecha relación de la urbe con el trago tiene también mucho que ver con su propia supervivencia. Y es que la primera cervecería quiteña se instaló en 1566 dentro del convento de San Francisco, y no fue para que los frailes se acercaran más al Señor a través del éxtasis de la embriaguez, sino para que hubiera algo disponible para calmar la sed, pues beber agua en aquella época de nula potabilización era riesgoso para la salud.

Este dato lo reitera el historiador Leonardo Zaldumbide, quien añade que “esa fecha es aceptada como la de la introducción de la cerveza en Quito. Fray Jodoco Ricke fue quien trajo semillas y cultivó una primera cosecha discreta de cebada que luego usó para hacer cerveza y pan”.

Según datos establecidos en el último estudio de Consumo y Vivienda del INEC, la cerveza es la bebida preferida por los ecuatorianos, y Pichincha no es la excepción. 2 822 826 litros de cerveza de los 14 114 131 producidos anualmente en el país se consumen en esta provincia. Solo la pandemia hizo mella en la venta, reduciendo ese rubro al 61 %. Sin embargo, apenas se levantaron las restricciones del confinamiento, la venta volvió a su estabilidad habitual e incluso dejó espacio para el crecimiento de las cervezas artesanales, que ya suman 250 marcas.

Katherine Gárate, administradora de la Asociación de Cervecerías Artesanales del país, señaló que actualmente la demanda ha superado a la que existía antes de la pandemia. En Quito, eso se ha traducido en bares que ofrecen exclusivamente cerveza artesanal en los cuatro puntos de la ciudad. Marcas históricas como Sinners y La Bendición cuentan con varias sucursales, mientras que otras se han introducido a cuentagotas en bares de zonas como la Rumiñahui, Solanda, San Carlos y La Tola.

¿Por qué? “La cerveza no te chuma”, asegura Catherine, otra docente. “Te tomas una, dos, y te vas a la casa. La cerveza no te pica a menos que te pases de tres”. Tomás, en cambio, considera que es el aliciente perfecto para una salida cotidiana. “Te tomas una con el almuerzo, conversas y sigues con tu día”. Aceptan no obstante que, a partir de las Fiestas de Quito, el escenario cambia. “Ahí sí ya no tomas solo por conversar”, comentan risueños. 

El canelazo es una bebida emblemática de la Sierra que se consume caliente. Fotografía: Mariella Toranzos Narváez.

Diciembre huele a canelazo

Para esta época de festejos no es solo la cerveza la que aparece en las mesas de bares y restaurantes capitalinos, sino también el afamado canelazo, un licor hervido con aguardiente, canela, naranjilla y panela que hizo su primera aparición en las calles del Quito colonial por el lejano siglo dieciséis.

Según el historiador Javier Gomezjurado, la bebida se extendió entre las clases populares por su bajo costo y sencilla preparación. Esto, sumado a los festejos barriales de los años cincuenta y sesenta, como el Amazonazo, el Chavezazo o el Poloniazo, convirtieron al canelazo en un icono del festejo decembrino. “Fiestas de Quito sin canelazo, no son fiestas. Es una parte tan esencial de la celebración como el juego del cuarenta”, aseguró.

Y si bien este elíxir de la quiteñidad se puede adquirir en cualquier época del año, principalmente en sectores como La Ronda y Guápulo, en diciembre se masifica, sumándose a la mayoría de los menús de atención nocturna de la urbe. Además, están el vino hervido y el aguardiente anisado conocido como Norteño que, pese a provenir de San Antonio de Ibarra, en la capital del país se ha adoptado como trago emblemático de la juventud.

La otra cara del festejo

Entre bromas, Catherine hace referencia a un video de Enchufe TV que se hizo viral en 2012 y que grafica la idiosincrasia de esta época en la capital, empezando la farra días antes del 5 de diciembre y extendiéndose hasta el 1 de enero. “Así mismo es”, asegura.

Y así parece ser, pues mientras que en esta época las preocupaciones sobre el estado de la ciudad parecen desaparecer para dar paso al orgullo y la nostalgia, el exceso de alcohol también da paso a los desmanes. Acorde a datos de la Agencia Metropolitana de Tránsito, diciembre es el mes en el que más accidentes viales se registran en Quito. Asimismo, el año pasado, el ECU911 registró 5 600 llamadas relacionadas con seguridad ciudadana y orden público: es decir riñas, peleas y desmanes.

El 2021, curiosamente, además fue el año en que diciembre arrancó en la ‘Carita de Dios’ con videos de personas en la Tribuna de los Shyris haciendo bodysurfing sobre autos parqueados, mientras coreaban con alegría “Mi Quito es un edén de maravillas”.

Otro factor preocupante es que, producto del consumo excesivo de alcohol, también se registra un índice creciente de denuncias por violencia de género.

Las fiestas de Quito se prenden en el mes de diciembre. Fotografía: Mariella Toranzos Narváez.

El 6 de diciembre, el martes posterior al feriado festivo, el ambiente general en la urbe era sosegado, silente. “Es por el chuchaqui”, dijo una compañera del trabajo engafada, con una botella de Pedialyte en la mano. Pese a ello, horas más tarde se reunió una comitiva para empezar a planificar el sorteo del amigo secreto y la cuota para los vinos y alimentos de la fiesta navideña.

Es como dijo el escritor estadounidense John Cheever, también conocido ‘el Chéjov de los suburbios’, “el entusiasmo por el alcohol y el entusiasmo por la fantasía son muy parecidos”.

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