La ciudad que no fue. O Guayaquil según los planos de Kohn

Karl Kohn
Ilustración: Juan Fernando Suárez.
Todo lo que propuso uno de los arquitectos más importantes de Checoslovaquia, luego de huir de la Segunda Guerra Mundial, es parte de un Guayaquil que no existe. 

En 1939, el Órbita zarpó del muelle de Liverpool a Salinas, Ecuador. En él iba el arquitecto checoslovaco judío Karl Kohn junto con otros veintitrés miembros de su familia. En el barco, además de libretas de apuntes y una parte de las cosas de la vida que construyó en Europa, Kohn trajo sus muebles para, cuando lo decidiera, construir su nueva casa, como la que había edificado en Praga. 

Dibujos de Kohn en el Órbita, el barco que zarpó en Liverpool y le permitió llegar a Ecuador. Fotografías: cortesía de Ricardo Bohórquez.

De Salinas hizo un trasbordo a Guayaquil y cuando pisó tierra firme dibujó, como hacía siempre en sus ratos libres. Trazó su primer plano de la ciudad y sus personajes. Cuando lo vieron retratando al centro, lo contactaron con el director de la Escuela de Bellas Artes de Quito, Pedro León, quien le dio su primer contrato de docente. 

Con sus dibujos, en el primer puerto que pisó de América Latina se abrió camino hacia la cátedra. Uno de los dibujos de su viaje, Europa, es una calavera cubierta sobre una manta. Los dibujos de Guayaquil tienen colores. Kohn llegaba a un territorio lleno de vida. 

Guayaquil y Europa según Kohn. 

Karl Kohn nació en Praga, cuando esa ciudad era parte del imperio austro húngaro. Fue a la guerra que liberó a su país. Estudió arquitectura en Bohemia, en una escuela que seguía los lineamientos de Kotera, uno de los profesores de la icónica escuela Bauhaus, la cual plantea la fusión del diseño con otras ramas del arte. 

Vivió la transición de Europa: de la liberación del imperio a la independencia y nacimiento de su país. Vio la noche de los cristales rotos —una serie de ataques programados contra judíos en Alemania—, y con ello el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Consideró que era necesario emigrar, a pesar de todo lo que había visto nacer. 

Aunque Karl Kohn no pudo registrar su título de arquitecto en Ecuador, pues la academia no se lo permitió, decidió quedarse. Construyó su residencia, así como otros tantos símbolos arquitectónicos de la modernidad a lo largo del país. Hizo hogar en Ecuador. 

Kohn en Guayaquil 

En los años cincuenta, Karl Kohn construyó en Guayaquil un banco, un edificio de seguros, una casa; trazó los planos de varios edificios y terrazas que miran al río desde distintas vertientes y desde el Cerro del Carmen. 

Hoy el banco es una biblioteca; el edificio de seguros, un colegio y la casa aún está habitada por la familia para la cual la pensó. Unos cuantos edificios suyos ya no se ven igual: uno fue cubierto con vidrios policromados de color azul que hacen que la ciudad se pierda de adentro hacia afuera, otro está abandonado; y aquellos planos que, sin ejecutarlos, propuso Kohn son solo los de una ciudad imaginada. 

Fotos tomadas durante la muestra Kohn en Guayaquil.

Todo lo que propuso uno de los arquitectos más importantes de Checoslovaquia, luego de huir de la Segunda Guerra Mundial a un territorio incierto como Ecuador, es parte de una ciudad que no existe. Hoy, la ciudad que no fue se abre al diálogo a través de los planos que dejó Kohn. Desde el Museo del Cacao, una casa patrimonial que se hizo pública para contar la historia cacaotera del país, en una calle en la que en algún momento solo se tendía cacao, se exhibe Kohn en Guayaquil, una muestra curada por las investigadoras Shayarina Monard y Giada Lusardi. 

Este fragmento de historia, memorias y planos del arquitecto checo nos hace pensar la ciudad que se construyó y la que podemos tener. 

Kohn contempla el espacio, busca lo propio 

El pequeño palacio del dinero que Kohn construyó en Guayaquil en los cincuenta, en 2016 se vació para convertirse en Biblioteca de las Artes. El banco que fue en algún momento quebró, y por casi dos décadas funcionó como Superintendencia de Compañías, se sobrepobló de cubículos y papeles que impedían verlo con la claridad que su infraestructura ofrece. 

En ese momento Ricardo Bohórquez, un guayaquileño que dejó de ejercer como arquitecto para dedicarse a la fotografía, aprovechaba los ratos de buena luz y ausencia de mobiliarios para documentar aquel edificio que conoció de niño y que le impresionó, como hoy impresiona a cualquiera que entra. 

Bohórquez fotografió el edificio de Kohn con más de 1000 disparos, hacerlo lo aproximó a la historiadora de arte Giada Lusardi, quien también investigaba los rastros del arquitecto checo en Guayaquil. De este acercamiento se produjo En clave Moderna, una muestra que se presentó en 2022 –aunque se planificaba algunos años antes—. En esta muestra se seleccionan varias de las fotografías de Bohórquez del entonces Banco de Descuento: una serie de registros en blanco y negro que muestra los contrastes en las formas y sombras de un edificio que en sus tres pisos está atravesado por un túnel de luz, un edificio que permite ver la ciudad y sus inconstantes. 

En sus planos, Kohn toma de la arquitectura vernácula de la ciudad, sus ventanales, el patio interior, el tragaluz, sus soportales. Crea espacios que pueden ser vistos desde afuera y desde los cuales la ciudad mira al río, se encuentra con el agua. 

Para Shayarina Monard, arquitecta y una de las curadoras de la muestra que se exhibe en el Museo del Cacao, la búsqueda arquitectónica de Kohn sobre la identidad local surge de su propia búsqueda: durante sus primeros años de oficio, su país, recientemente independizado, buscaba una identidad propia. 

“A los migrantes les llama mucho la atención cosas que acá nos pasan desapercibidas —cuenta Monard—. Kohn con sus amigos tenían como rutina recoger las estatuillas que traía el mar, poner en valor esta parte de la historia huancavilca, para utilizar modelos locales y crear abstracciones en diseños. Lo local es su matriz de origen”. 

Pero además de aquellas obras que se conocen y que hoy se pueden visitar para tomar un poco de la propuesta de Kohn, hay planos dedicados a destinatarios anónimos, ubicados en intersecciones de calles que podemos localizar, sin el trabajo de Kohn en ellas. En sus planos sobre la ciudad retoma aquella idea de integrar la naturaleza con las formas arquitectónicas, con vidrios que miran en distintos niveles esa matriz que nos da el río. 

Un penthouse en la antigua fábrica de Cervecería Nacional, una casa esquinera con balcones de vegetación colgante, un hospital militar que tiene áreas verdes y espacios distractores. Los planos de las obras que Kohn imaginó, y de las cuales, según Lusardi, podemos especular por qué no se construyeron, nos hacen repensar las miradas sobre la ciudad. 

“La muestra de planos, fotografías, registros de las obras de Kohn en sus distintas facetas nos abren camino hacia una ciudad imaginada versus una construida”, dice Lusardi. La idea es “mostrar una ciudad fotografiada, mapeada, bocetada, construida y salir a la calle para verla con una nueva perspectiva”. 

Para Shayarina Monard se trata de plantear la arquitectura desde su flexibilidad para “apreciar unos valores importantes de la ciudad como el manejo de la luz, la vegetación, la terraza como un espacio de disfrutar el tiempo”. 

“Es super importante explorar, investigar lo que se queda como proyecto, lo que no se ejecuta, no se realiza y por qué. En el caso de Guayaquil hablamos de una ciudad que no se construyó y las razones por las que no se construyó son múltiples. Quizás, como es difícil de descubrir, abre la especulación de estos materiales”, dice Lusardi. 

Más allá de pensar que estos espacios deben patrimonializarse para que la ciudad que propone Kohn, donde el descanso y la contemplación es importante para conectarse con el espacio, Monard piensa que hay que generar un corpus que permita a los propietarios administrar los bienes de esta época y sus diálogos con el presente. 

El registro de Kohn se abre al público 

En 2007, Vera Schiller, viuda de Karl Kohn, se acercó a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), en Quito, para hacer un traspaso del archivo de su esposo. Quería que los planos de Kohn, su arquitectura, sus dibujos, su propuesta para mirar las ciudades de Ecuador, se estudiaran. Las primeras visitas de Shayarina Monard, quien trabaja como investigadora en la PUCE, se convirtieron en años de estudios y descubrimientos del trabajo de uno de los primeros arquitectos modernos del Ecuador, además el nacimiento de un espacio arquitectónico potente, el Laboratorio de Investigación sobre fondos documentales del Proyecto de Arquitectura, Diseño y Artes del Ecuador en el Siglo XX (LIPADA). 

Cuando Schiller falleció, las hijas de Kohn donaron su archivo. Así, el LIPADA comenzó su travesía por la historia inmueble y patrimonial con el material documental de Kohn y arquitectos como Ovidio Wappenstein y Oswaldo Muñoz Mariño; además de otros fondos documentales, como el Fondo Galería Madeleine Hollaender o el de la artista ​​Manuela Ribadeneira. 

Al abrir el cajón de Kohn, Monard, a cargo de este proceso, descubre los trazos de un arquitecto que fue identificado por autoridades y personalidades de élite en todo el país, quienes le encargaron grandes proyectos. Pero, sobre todo, descubre, a través de estos documentos, que sus clientes son como él: migrantes dispuestos a arriesgar los modos de vida arquitectónicos convencionales en el país a través de la mirada de su igual, a través de Kohn. 

A pesar de que gran parte de la obra de este arquitecto se expande en Quito y otras ciudades de los Andes, a nivel del mar, en Guayaquil, hay una obra que describe mucho más al arquitecto moderno y arriesgado que Kohn quería ser. Kohn construye a partir de la utilidad de los espacios. Con él, la arquitectura neocolonial y pomposa se transforma. Llegó para ponerle su huella de modernidad a ciudades que estaban en proceso de transformación. “Es un arquitecto que planifica el espacio no solo para ser usado, sino para ser contemplado”, dice Monard. 

Mientras dure esta muestra de Kohn en Guayaquil, podemos adentrarnos en los dibujos que pensó un emigrante para retomar la mirada de una ciudad que ha dejado de mirarse a sí misma. Los planos de lo construido y lo que finalmente no se pudo concluir permiten especular un futuro o tal vez solo una distopía.    

Shayarina Monard y Giada Lusardi, curadoras de la muestra Kohn en Guayaquil, durante una visita guiada.
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