Gentrificación: ¿Una extinción del Centro Histórico de Quito?

Ilustración: Manuel Cabrera.
Habitantes y comerciantes del casco colonial advierten que la peatonalización perjudicó la actividad económica. El Frente de Defensa alerta de un proceso de gentrificación.

«El helado se lleva muy bien con el verano y con todas las demás estaciones», repite con alegoría Mariana Tito, quien ha dedicado su vida a la elaboración y venta de sorbetes de paila y crema.

Doña Mariana es propietaria de la Heladería Dulce Nieve. El local, ubicado al pie de La Catedral, funciona hace 30 años, tiempo en el cual la comerciante brinda el delicioso y cremoso postre acompañado de su amable sonrisa.

La mujer, de baja estatura y rostro con surtidas líneas de expresión, tiene 65 años, pero su ánimo por trabajar la mantiene joven y despierta.

Ese denuedo le ha permitido ampliar la gama de productos para sus clientes.

Cuando su negocio inició la oferta era de seis sabores, ahora cuenta con 23; la especialidad de la casa es el sabor a café.

A eso se suman las surtidas «picaditas» como quesadillas, barquillos, sánduches, colaciones, jugos y batidos.

Sus comensales se acomodan con afán en las cuatro mesas instaladas a un costado de la Plaza Grande, afuera del local, con una extensión de 40 metros cuadrados.

Nadie se imagina que, desde un espacio tan reducido, se sirven variedad de postres y golosinas para los transeúntes que recorren el casco colonial.

Testigo de hechos trascendentales

Mariana es muy grata con la vida. Hace 60 años se radicó en el Centro Histórico, lugar que le ha regalado lindos momentos, entre ellos levantar una familia e iniciar el negocio.

Desde su local ha presenciado hechos trascendentales del país como el derrocamiento del expresidente Lucio Gutiérrez, las concentraciones por la desaparición de los hermanos Restrepo, las protestas de los taxistas frente al Municipio de Quito… 

La heladería Dulce Nieve funciona hace más de 30 años. Sus clientes son nacionales y extranjeros. Fotografía: Gabriela Castillo.

Memorias hay de sobra. «He visto correr muchas alcaldías y presidencias», presume.

Pero nada la llena más de nostalgia que los buenos momentos que compartió con sus clientes. Fueron los abuelitos golosos que llegaban para degustar los tulipanes: dos bolas de helado con mermelada de mora que los sirve en un barquillo en forma de canastilla, hecho de harina, mantequilla, azúcar, huevos y extracto de vainilla.

En las tardes, los ancianitos llegaban caminando o en taxi, permanecían degustando el postre, mientras amenas conversaciones de «tiempos idos y no volvidos» eran parte de su cotidianidad, recuerda con desaliento.

Esos días acabaron. Son cuatro años en los que doña Mariana ya no mira a sus «viejitos» sentarse en las mesitas de madera.

La comerciante habla con nostalgia. «Antes había dos cooperativas que traían a mis clientes, pero desde que la calle se transformó en área peatonal «mis clientitos dejaron de venir a la Plaza Grande«.

Doña Mariana hace las cuentas. «Antes vendía el 100% de mis productos: helados, quesadillas y creps. Pero ahora solo vendo el 10%, no saco nada», reniega.

Ventas a la baja

Esa sensación no es aislada. Hay otros comerciantes que tienen la misma impresión.

Tal es el caso de Humberto Vaca, gerente del restaurante La Colmena, ubicado en las calles Benalcázar y Espejo, diagonal a la Vicepresidencia de la República.

El puesto de comidas funciona desde 1957. Fue fundado por José Vaca y Elicia de Vaca, padres de don Humberto, cuando este cumplió 10 años.

En un inició, el local atendía como cafetería. Después se acordó servir una guata serrana con aguacate y pan, plato que lo elaboraba la familia.

Humberto también se lamenta de la baja de clientes en su negocio. «El local pasaba lleno en el 80 y 90 por ciento. Pero ahora las ventas se han perjudicado, las cosas también empeoraron con la pandemia», repite.

El propietario del restaurante coincide en que, desde la peatonalización, los clientes dejaron de pasar por su puesto. «La gente no tiene dónde parquear. Tampoco hay facilidad para la movilidad de personas con discapacidad», reniega. 

¿Crisis en el Centro Histórico?

Pablo Buitrón, representante del Frente de Defensa del Centro Histórico, advierte que la disminución de visitantes nacionales y extranjeros es solo «la punta del iceberg», frente a la serie de problemas suscitados por las modificaciones en el sector.

«En lugar de mejorar su habitabilidad, ha empeorado las condiciones para visitantes y habitantes», asegura.

La peatonalización, a decir de Buitrón, se convirtió en un problema latente dentro del casco colonial.

La ejecución de vías peatonales forma parte del «Plan de Preservación y Embellecimiento del Centro Histórico», que se presentó en la administración del alcalde Mauricio Rodas, de la mano del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP).

La obra consistió en adoquinado especial para personas invidentes. Además, se elevó el nivel de la calzada, para nivelar la altura de las aceras.

Las intervenciones se ejecutaron en la calle García Moreno, desde la Mejía hasta la Bolívar; la calle Chile, desde la Cuenca hasta la Imbabura; la Chile, desde la Benalcázar hasta la Cuenca. También, el tramo de la calle Venezuela, entre Bolívar y Mejía.

En total se peatonalizó más de mil 500 metros lineales. En 2015, se intervino la calle Flores (100 metros) y la Manabí (100 m).

En el 2018 se inició la construcción del Paseo de las 7 Cruces (800 m), el Paseo de La Merced (400 m) y el Paseo de La Guaragua (150 m), según un informe difundido por el Cabildo.

Dicho plan contempló, además, el control del comercio informal, eliminación de grafitis, pintura de fachadas, rehabilitación de bienes patrimoniales.

Si bien la calle Venezuela -entre Chile y Espejo- se convirtió en peatonal, vehículos municipales se estacionan por largos períodos. Muchas veces los conductores pasan cerca de los peatones. Fotografía: Gabriela Castillo.

Los planteamientos

La peatonalización se ejecutó con base en cuatro objetivos: reducción de contaminación ambiental, preservación de las estructuras patrimoniales (alrededor de 5.000 inmuebles inventariados y 130 edificaciones de carácter monumental).

Además, la apropiación del espacio público y retornar la habitabilidad en el Centro Histórico que comprende un espacio urbano de 376 hectáreas.

No obstante, dichos motivos no han alcanzado su propósito de manera efectiva, según los integrantes del Frente de Defensa.

La organización menciona que -según la Secretaría del Ambiente– con la peatonalización se redujo la emisión del smog entre el 28% y el 30%.

En cuanto a la preservación de bienes patrimoniales, Buitrón advierte que las afectaciones son milimétricas y se dan cada 10 años.

En referencia al tercer y cuatro objetivo, los resultados tampoco son alentadores. Según el representante, las personas que terminaron apropiándose del Centro Histórico son los indigentes y el comercio informal.

«En lugar de fomentar la circulación, se cerraron las vías longitudinales del centro, lo que complicó su acceso», resume Buitrón.

Humberto Vaca advierte que antes de que se implementaran los pasos para peatones, se realizaron plantones en contra de la obra, pero las autoridades no hicieron caso. Tampoco escucharon sus propuestas.

A estas protestas, añade Buitrón, se unieron moradores de La Ronda, San Sebastián, San Marcos. También cuentan con el respaldo de moradores de San Juan, San Diego, El Panecillo, San Blas, La Tola Alta, Barrio de La Chilena, La Merced, Santa Bárbara, Rocafuerte, La 24 de Mayo, La Flores, San Marcos, San Diego y La Loma. 

Gentrificación, ¿una posibilidad cercana?

El sociólogo Alexander Rosero, en su estudio denominado «Centro Histórico de Quito en resistencia: defensa colectiva frente al proceso de peatonalización», define a ese proceso como un «fenómeno urbano» dirigido a la supresión del tráfico en determinados espacios callejeros de un entorno urbano.

Rosero explica que estos tratamientos urbanísticos buscan adecuar dichos espacios por medio de pavimentaciones, creación de espacios recreativos, renovación del mobiliario urbano, así como la habilitación de zonas destinadas al acceso de determinado tipo de vehículos.

Bajo ese panorama, Buitrón está convencido de que esta situación apunta a un fenómeno que se configura en la denominada «gentrificación».

Es decir, un proceso que crea espacios elitistas para un determinado sector de la población a costa de otro que carece de ingresos.

Esta modalidad se aplicó en ciudades como Estambul, Shanghái; Singapur, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Londres, Berlín, New York, Barcelona, entre otras, pero no en todas han habido resultados positivos, asegura Buitrón.

Este fenómeno, según Rosero, también implica intervenciones económicas que buscan proyectar la imagen de un espacio comercial innovador.

Rosero, en su investigación, señala también que hay una estrecha relación entre  peatonalización y gentrificación, ya que lo que se pretende es «convertir ciertas zonas en espacios comerciales orientados a un público de clase media y media alta”.

Peatones en la peatonalizada calle Venezuela comparten la vía con carros municipales que infringen las ordenanza. Fotografía: Gabriela Castillo.

Ese es un temor para Fabiola Erazo, administradora del almacén Miquei, ubicado en la Benalcázar y Espejo.

El negocio funciona hace 62 años, pero hace 40 opera en este punto comercial en la venta y distribución de ropa para bebé y eventos sociales.

El establecimiento salió adelante gracias a la colaboración familiar. No obstante, el obstáculo más duro que afronta este patrimonio es la baja de clientes, desde la peatonalización. «Estas adecuaciones han obligado que muchos negocios se vayan a otras partes de la ciudad».

Y añade: «Hemos visto que los inmuebles empiezan a venderse y poco a poco, los habitantes se empiezan a ir».

Acceso, una posibilidad reducida

Mariana Tito preguntó a sus «viejitos» por qué no vienen tan seguido como antes. Todos coinciden. «No hay cómo llegar», le dicen.

La comerciante vive en carne propia lo que sus comensales. Para dejar los productos se traslada desde el sector de La Kennedy (norte de la ciudad). Sale de su casa, se va por la avenida Occidental y baja por la calle Mejía.

En la esquina de la García Moreno, baja del carro con  tres coches para llevar el producto hasta la Plaza Grande.

Su esposo, Enrique Yépez, con quien lleva 45 años de casada, le ayuda a trasladar la mercadería. Si él no puede movilizarse, Mariana gasta $ 8 en taxi.

El chofer la lleva hasta el parqueadero del Cadisan para armar los coches en los que traslada el producto. «Así me toca».

Esa rutina solo le lleva a una conclusión. «El casco colonial ya no quiere a los ancianitos».

Para ella, el centro se convirtió en un sitio para los jóvenes. «Las personas de la tercera edad no tienen las mismas condiciones de movilidad que los chicos y adultos que llegan de un lugar a otro caminando o en bicicleta».

Las vallas colocadas para impedir el paso de manifestantes es otra problemática para los peatones del Centro Histórico. Fotografía: Gabriela Castillo.

«El Municipio jamás tomó en cuenta las personas con movilidad reducida o con discapacidad», opina Remigio Guerra (78 años), morador de La Merced, a quien le gusta acudir al centro para alimentar a las palomas.

Para llegar al sector, el ciudadano tomaba un bus a una cuadra de su casa o venía en taxi. Un problema en su cadera izquierda le impide caminar largos tramos. «Ahora no hay cómo moverse, la peatonalización suspendió mis paseos al centro», reniega.

Sergio Toaiza, morador del sector, cree que no solo se realizó un cierre de vías, sino que, además, «se bloqueó el paso entre el norte y sur de Quito».

El ciudadano cuenta que ahora ya no acude al centro porque no tiene movilización, ya que cambiaron las rutas que venían desde La Colmena y de San Diego, y eliminaron la línea Tola-Pintado, una de las más emblemáticas de la ciudad.  

Gráfico: Manuel Cabrera.

Los parqueaderos tampoco son la solución

Una de las premisas de la peatonalización es que los transeúntes se movilicen en el sector libremente. En caso de que tengan vehículos, los conductores tienen la opción de dejarlos parqueados en puntos específicos de la zona.

Buitrón advierte que esa tampoco es la solución, ya que el parque automotor está saturado.

En la zona hay alrededor de 26 parqueaderos, entre públicos y privados, que en conjunto ofrecen 2.614 estacionamientos.

De ese número, 1.898 plazas forman parte de la Red en el Centro Histórico, administrado por la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop). Estos son Cadisan (393 estacionamientos), La Ronda (251), Montúfar 1 (102), Montúfar 2 (245), El Tejar (303) y San Blas (373).

Buitrón señala que la demanda se incrementa e incluso puede duplicarse en días festivos o fines de semana, ya que el Centro Histórico es el centro comercial más grande y abierto de Quito, no solo por los comercios que se ubican a lo largo del sector, sino también por los establecimientos del Centro Comercial del Ahorro.

También se ubica el Palacio Arzobispal, en donde hay 23 locales y en el Centro Comercial Hermano Miguel, con 1.500 puestos.

«Culturalmente las mamás y las abuelitas saben que en el centro se encuentra todo y a buen precio. Los cupos de parqueo son insuficientes por tratarse de una zona comercial y turística», señala Buitrón.

Amanda Tul ha trabajado en el Centro Comercial Arzobispal por 19 años. Según ella, 15 fueron de mucha riqueza histórica y económica.

Ahora, el comercio se muestra limitado por una medida que no fue consultada debidamente a los habitantes por parte de las autoridades.

Por ello, opina que se haga una evaluación del proyecto para identificar las falencias y que se presente un informe.

«Si bien hay menos smog y fue creado para incrementar el turismo, no hay mayor beneficio. No solo se puede beneficiar a dos áreas», expresa. 

Los comerciantes y habitantes plantean una propuesta: Que la peatonalización funcione por horarios. De esta forma, los visitantes tendrán opciones para trasladarse, los negocios tendrán más clientes y la contaminación no será tan densa. 

La inseguridad es otro pendiente

Erazo habla de otro problema que se generó en el sector: la inseguridad, la delincuencia e incluso el tráfico de drogas.

Los comerciantes y peatones coinciden en que el sector se convirtió en un punto donde no es seguro transitar después de las 17:00.

«Ya no es posible caminar por la calle porque no hay buses ni taxis. Y si vamos a pie, nos asaltan», indicó Remigio Ochoa, morador.

«Nos afecta la delincuencia, la inseguridad, las ventas ambulantes. La gente tiene miedo venir, tiene miedo de que les roben».

Mariana Tito, comerciante

El coronel Eduardo Piedra, comandante del Distrito Manuela Sáenz, reconoce que hay casos por delito de robo, especialmente por «objetos calientes» (celulares, laptops, tablets, etc.), pero advierte que existe una reducción en este delito.

Explica que, en 2020, se registraron 217 robos a personas. En 2021, la cifra subió a 271. Y, hasta julio de este año, se registraron 102 robos.

Piedra detalla que, si se hace una ponderación, se concluiría que existe una reducción del 24% por este delito. 

El comandante asegura que también hay una reducción de personas detenidas por tráfico de drogas.

En 2020 fueron arrestados 28 ciudadanos; al año siguiente, se detuvo a 21 personas y en lo que va del 2022, hay 17 detenidos.

Piedra advierte que se han fortalecido los controles en coordinación con el Municipio, para reducir la presencia de personas en situación de calle para mejorar la percepción de seguridad.

Gráfico: Manuel Cabrera.

Además, se cuenta con servidores policiales turísticos y se estableció una estrategia de seguridad denominada «Los Corredores Turísticos Seguros», que consiste en tener presencia policial en donde se concentran los turistas, para reducir casos por robo. 

El Jefe del Distrito de Policía Manuela Sáenz informó que se implementaron varias iniciativas para aumentar la seguridad ciudadana en el sector. Fotografía: Gabriela Castillo.

Defensa de la riqueza patrimonial

Cristina Rivadeneira, gerente general de Quito Turismo, reitera que se ha trabajado para la creación y promoción de rutas turísticas, peatonizadas en el casco colonial.

Explica que a partir de la peatonalización se implementaron actividades como recorridos, procesiones, visitas para fortalecer la imagen positiva del sector.

«Esto permite la preservación del patrimonio. Antes vivíamos en medio del smog. Ahora contamos con un espacio que permite la reactivación ciudadana, porque las personas pueden caminar libremente y fomentar turismo», dice.

Rivadeneira también responde las inquietudes de los habitantes que refieren sobre un proceso paulatino de gentrificación.

La gerente niega esa posibilidad. Y advierte que es una prioridad defender la riqueza patrimonial, tal y como lo contemplan las normativas locales.

«Lo más importante es preservar esa riqueza histórica, las familias, preservar los oficios tradicionales del Centro Histórico. Para nosotros es un activo importantísimo. Definitivamente no se busca expulsar a estos actores», advierte.

«Que el Municipio presente un informe y una evaluación y que se aplique un plan piloto para que se abra el centro histórico por horas a los vehículos particulares».

Amanda Tul Carrión, estilista

Revista Digital Bagre buscó la versión de Angélica Arias, directora del IMP, pero nunca nos respondió su celular ni los mensajes por Whatsapp. Asimismo, se solicitó a Rafael Andrade, del área de Comunicación, una entrevista con Arias, pero nunca la concedió.

Similar situación se suscitó con el personal de Comunicación de la Administración Zonal Manuela Sáenz; se pidió a Jorge Vallecilla que ayude en la gestión de una respuesta, pero ni siquiera respondió los mensajes.

Lo mismo ocurrió con Juan Alberto Arias, del área de Comunicación de la Secretaría de Movilidad, quien tampoco ayudó en la gestión para conocer la versión de la autoridad. 

Hay otros fenómenos que enfrenta el casco colonial

Fernando Carrión, urbanista y académico de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), desvirtúa que en la capital haya un proceso de gentrificación. 

A decir del experto, en el sector se ha visto que las familias de altos ingresos salieron para ir a zonas como La Mariscal, Batán, Granda Centeno, González Suárez e incluso a Los Valles y Tumbaco.

«Un cambio de población de personas de altos ingresos en el centro de Quito, me parece que no es viable», sentencia.

Para Carrión lo que sí ocurre es un proceso de «butiquización». Es decir, un cambio de usos de suelo, en donde entra con mucha fuerza el turismo.

Explica que lo que se hace es para beneficiar al sector turístico e inmobiliario. En la actualidad hay alrededor de 30 mil habitantes en el Centro Histórico, pero hay una tasa de reducción poblacional de al menos 2,5% al año.

«Lo que pasa es que se está vaciando de población y eso origina bodegas, comercios, oficinas administrativas, turísticas», reitera.

Carrión cree que a esta situación se suma que el Municipio impulsa la butiquización sin una regulación específica porque no tiene una visión del centro histórico.

«Esto que se hizo de la peatonalización es una cosa absurda, primero porque significa no conocer la ciudad. Este rato es imposible llegar al centro, no hay acceso. No solo el turismo se ve afectado, sino que se afecta a la gente que va al centro histórico», concluye.

Santiago Cabrera, profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar en el área de Historia, cree que hay dos situaciones que se deben analizar en torno a la cotidianidad del casco colonial.

La primera, el Municipio toma decisiones al margen de los actores sociales. Ejemplo de ello, no solo es la peatonalización, sino también de obras importantes como el Metro.

«¿Quién decidió que el Metro pase por San Francisco? En estos temas, la participación ciudadana se vuelve intrascendente, solo se invitan a unos pocos representantes. Las decisiones las toman desde arriba», advierte. 

Cabrera también cree que la peatonalización no fue una medida acertada. «Se peatonaliza, pero no se resuelve lo que genera la peatonalización: más inseguridad, distracción de un servicio fundamental que es el de transporte, alteraciones en el uso del suelo en cuanto a los edificios que están peatonalizados».

Y añade: «A los señores del IMP se les ocurre que todas las casas pueden servir como museos o como boutiques o como hoteles de lujo».

«El Municipio toma decisiones al margen de los actores sociales. No solo la peatonalización, sino también el Metro».

Santiago Cabrera, profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar

Frente a ese escenario, el catedrático cree más bien que en el centro histórico se generan dos procesos: tugurización y elitización.

El primero se relaciona con las viviendas antiguas de zonas históricas o monumentales de las ciudades. El segundo es el proceso por el cual se altera la composición de algunos barrios o zonas de una ciudad.

Según el catedrático, actualmente La Plaza Grande «es una zona en disputa».

El catedrático Santiago Cabrera asegura que la Plaza Grande es una zona en disputa en los procesos de tugurización y elitización. Fotografía: Gabriela Castillo.
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