Cannabis, más allá de la marihuana. Un recorrido histórico

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Ilustración: Manuel Cabrera.
Un equipo liderado por el checo Lumir Hanus identificó en 1992 una sustancia producida de manera natural por los seres humanos con una estructura similar al THC, el principal compuesto del cannabis.

La historia del cannabis está atravesada por varios tópicos, entre los que se destacan los de tinte cultural, medicinal y de salud pública, pero también los relacionados con la ciencia, la economía, los prejuicios y la moral. Estos últimos se relacionan sobre todo con el uso recreativo de la planta y son, en buena medida, resultado del desconocimiento y estigma social que acarrea su nombre más popular: la marihuana.

En la antigua Mesopotamia, 4000 años antes de Cristo, según el artículo científico El cannabis en la historia: pasado y presente, ya existían cultivos. Sus propiedades medicinales y productivas se han aprovechado en China y otras regiones de Asia desde hace miles de años; en culturas como el hinduismo ha estado asociado a la espiritualidad; y su fibra, también llamada cáñamo, se empleaba antiguamente como materia prima para hacer cuerdas y amarres de barcos, entre otros usos.

Debido a su versatilidad, el cannabis llegó a Europa, América y el resto del mundo, y se convirtió en una planta o materia prima de uso común entre el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Eso hasta que, en 1961, la primera comisión internacional antidrogas, aprobada por las Naciones Unidas y celebrada en Estados Unidos, la incluyó en su lista de “sustancias estupefacientes”, junto con el opio y el arbusto de coca.

Desde entonces su cultivo y consumo pasaron a ser considerados ilegales en la mayor parte del mundo, y sus usos quedaron circunscritos, al menos dentro de un marco legal, a la medicina y la ciencia. 

El doctor Raphael Mechoulam y su equipo de la Universidad de Jerusalén lograron aislar y sintetizar, entre 1963 y 1964, los dos principales compuestos del cannabis: el delta-9-tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD). Y, con ello, avivaron el interés científico sobre las propiedades medicinales de la planta.

El THC y CBD no son los dos únicos compuestos activos del cannabis. Actualmente, se han identificado por lo menos 700 y, entre ellos, cerca de 100 cannabinoides. Fotografía: Shutterstock.

Cannabis y ciencia

Hoy en día se sabe que existen al menos dos mil variedades de cannabis, las cuales han surgido de la combinación de sus tres especies (sativa, indica y rudelaris) y la diversidad de cultivos en diferentes regiones climáticas. 

Entre ellas hay algunas que pueden alcanzar porcentajes mayores al 20 % de THC, su principal y más polémico compuesto. 

A las variedades con altos porcentajes de THC se las conoce generalmente como marihuana, aunque en algunos países llaman así tanto a la planta como a la mezcla de hojas y flores de cannabis que produce un efecto narcótico, altera la percepción y el estado de ánimo, pero también tiene propiedades terapéuticas que se activan únicamente al pasar por un proceso de descarboxilación (altas temperaturas).

El THC y CBD no son los dos únicos compuestos activos del cannabis. Actualmente, se han identificado por lo menos 700 y, entre ellos, cerca de 100 cannabinoides, de los cuales los más conocidos y aprovechados son el THC, CBD, CBG y THCV.

Otro descubrimiento científico importante ocurrió en 1992, cuando un equipo liderado por el químico checo Lumir Hanus identificó una sustancia producida de manera natural por los seres humanos, cuya estructura es parecida a la del THC. 

Aquella sustancia fue bautizada como anandamida, aunque quizá muchos hayan oído hablar de ella como “la molécula de la felicidad”. Se trata de un endocannabinoide capaz de interactuar con las propiedades del cannabis y, de esa manera, aprovechar sus usos medicinales.

Legalización e industria

El primer país que se atrevió a legalizar todos los usos del cannabis, es decir, sus usos medicinales, industriales y recreativos, fue Uruguay, en 2013. Y Canadá hizo lo mismo en 2018. 

El cultivo de una variedad no psicoactiva (que no produce un efecto narcótico) llamada cáñamo se legalizó, en 2014, en Estados Unidos. Y un poco después, debido a su impacto positivo en la economía, su producción y consumo se autorizaron a nivel federal. 

A partir de entonces varios países de América Latina también se sumaron a lo que hoy en día se considera una industria en crecimiento. Según estimaciones de la consultora Euromonitor International, la industria del cáñamo generó 12 mil millones de dólares a nivel mundial en 2018 y, antes de que la pandemia pusiera en pausa la economía global, se esperaba que creciera a 166 mil millones de dólares hasta 2025. Es decir, un nada despreciable 1383 %.

En Ecuador, las reformas que hicieron posible la legalización medicinal e industrial del cannabis entraron en vigencia el 21 de junio de 2020. A partir de esos cambios en el Código Orgánico Integral Penal fue posible la producción legal de una variedad no psicoactiva, cuyo porcentaje de THC no debe superar el 1 %. El cultivo de cannabis con fines recreativos continúa siendo ilegal.

En cuanto a los posibles usos industriales de la variedad conocida como cáñamo, la lista es larga e incluye aplicaciones en la industria cosmética, alimenticia, aeronáutica, de fibras y tejidos, papel, bioplásticos, biocombustibles, materiales de construcción, entre otras.

A decir del investigador especializado en acción colectiva, ciberactivismos y temas cannábicos Andrés Rodríguez, actualmente existen más de cuarenta organizaciones en Ecuador que tienen entre sus principales demandas la despenalización y descriminalización de todas la variedades y usos del cannabis, para lo cual, además de reformas legales, serían necesarias políticas y acciones a nivel cultural y educativo, enfocadas en erradicar los prejuicios o estigmas relacionados con la planta.

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