Navidad, el surgimiento de nuestro Grinch interior

Grinch
Ilustración: Manuel Cabrera.
Otros haters de la Navidad son Martin Riggs, de Arma mortal; Oogie Boogie, de El extraño mundo de Jack, y Sheldon Cooper, de The big bang theory.

_______

Soundtrack del artículo: ‘Qué lindo que llegó Navidad’ de Luis Rueda

¡Llegó diciembre! ¡Volvámonos locos!

En Occidente se festeja la Navidad y, para algunos esta celebración se torna insoportable. Apenas empieza diciembre aparecen todo tipo de personajes: los compradores compulsivos, los religiosos, los que incluyen gran variedad de muñequitos en el pesebre, los que hacen trampa en el sorteo del amigo secreto, los que en enero se infartan con el valor de la cuenta de electricidad porque durante más de un mes su casa estuvo cerca de ser confundida con algún bar en Las Vegas, los que quieren liberar a los pavos y, por supuesto, los que se llenan de orgullo por su espíritu antinavideño.

Ese espíritu se manifiesta en pequeños comentarios punzantes como: “la Navidad es un invento comercial”, “los tíos solo vienen a pelear por los terrenos de la abuela”, “el niño Jesús ni nació el 25 de diciembre”, “no se llama Navidad sino Saturnalia”.

A otros les aqueja una sensación de irritación extrema al escuchar villancicos (menos el de los peces que no paran de beber) o ver gente con abrigos de renos y Noeles. Algunos más, simplemente, odian dejar en evidencia su tacañería o amargura. 

A pesar de que, debido a su actualidad y difusión, este artículo se centra en el ya conocido por todos Grinch, en la cultura popular hay muchos otros personajes hermanados por el espíritu antinavideño.

Scrooge, el personaje principal de Canción de navidad de Charles Dickens, por ejemplo, ha sido versionado en más de una veintena de adaptaciones cinematográficas: la más famosa es Scrooged (1988), en la que el personaje de Frank Cross, un violento y egoísta ejecutivo, es interpretado por el gran Bill Murray; incluso los Muppets tienen su propia versión de esa historia clásica: The Muppets Christmas Carol (de 1992); y hace poco Netflix estrenó el musical animado Scrooge: Cuento de Navidad. 

Otros haters de la navidad son Martin Riggs de Arma Mortal (1987), Oogie Boogie de El extraño mundo de Jack (1993), Sheldon Cooper de la famosa sitcom The big bang theory, los villanos Pingüino y Gatúbela de Batman vuelve (1992). De estos dos últimos estas son sus razones: mientras el primero fue abandonado por su familia justo en esta época del año, a Gatúbela la soledad y no tener con quién compartir los rituales navideños la distanció de la celebración. 

La lista es larga y con cada año que pasa el club de los haters crece. ¡No estamos solos! 

         Cartel de Scrooged (1988)     Cartel de The Muppets Christmas Carol (1992)

El Grinch, en lo alto de la montaña 

El Grinch es el personaje principal de ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!, un libro del escritor y caricaturista estadounidense Dr. Seuss, el mismo que se haría mundialmente reconocido por la película homónima dirigida por Ron Howard y protagonizada de manera memorable por Jim Carrey en el año 2000.

En los últimos tiempos este personaje se ha convertido en un símbolo inseparable de las fiestas decembrinas, se lo representa en obras de teatro, musicales y especiales de Navidad. Y en la animación actual ha tenido participación en series tan famosas como Los Simpsons o Padre de familia. Incluso tiene su versión ecuatoriana: El Grinch-o, quien hace su aparición en un sketch de Enchufetv titulado ‘El tío borracho cuenta El Grinch-o’, dirigido por Orlando Herrera.

      El Grinch (2000) de Ron Howard

Desde su nacimiento en la víspera de Navidad, la diferencia entre el Grinch y los demás habitantes de ese mundo ficticio llamado Villaquién es notable. Por ejemplo, su piel es verde y peluda, a diferencia de los otros pobladores. Nuestro amigo además no empatiza en absoluto con el espíritu navideño (es el perfecto ejemplo) ni con la vida materialista, es decir, con el abrir y cerrar de una caja registradora o la gente que corre de un lado a otro persiguiendo descuentos, buscando qué comprar y desarrollando su vida en torno las compras. “El mero hecho de vivir en medio de otros hombres no garantiza que vivamos en comunión con ellos”, diría Nietzsche, en franca sintonía con nuestro amigo verde, en su libro Así habló Zaratustra.

Luego de ser humillado por los niños de su clase debido a su aspecto físico, el Grinch —todavía en edad escolar— decide retirarse a vivir solo en la cima de una montaña (como Zaratustra). Allí pasa un tiempo, con su uniforme lleno de nieve y su corazón roto, en la que sería la última ocasión para interactuar con la gente de su pueblo durante mucho tiempo. “En la soledad crece todo lo que uno lleva consigo, incluyendo a su bestia interior, por tanto, es solamente aconsejable para unos pocos”, continúa Nietzsche en su obra magna.

A diferencia de Zaratustra —aunque en un primer momento ambos eligen el retiro de manera voluntaria—, el Grinch no se aísla para sumergirse en la búsqueda de la claridad mental y la separación emocional, ya que en todo momento se encuentra encerrado en un monólogo repetitivo de autoconvencimiento sobre los beneficios de su soledad, los mismos que se van desvaneciendo hasta rayar en la locura, como podemos apreciar en la escena en la que el personaje termina conversando con el eco de su voz hasta llegar a insultarse a sí mismo.

El aislamiento del personaje no es mental sino físico, ya que su odio sigue interactuando de manera unilateral (por no tener contacto directo con la gente del pueblo). “Una cosa es la soledad y otra el abandono”, diría Nietzsche sobre el Grinch. Esa actitud, de hecho, no hace más que remarcar el resentimiento hacia quienes lo hicieron sentir apartado. Incluso su corazón es más pequeño como símbolo de su incapacidad para conmoverse. La festividad acentúa su tristeza y amargura. La Navidad es la prueba más grande del rechazo del pueblo hacia él, al punto de que los habitantes de Villaquién no pueden ni nombrarlo por considerarlo de mal agüero. 

El regreso del personaje principal al núcleo social es mérito de la insistencia de Cindy Lou, una niña del pueblo que, al darse cuenta de que la Navidad ha perdido todo sentido gracias a las preocupaciones comerciales y demás asuntos superficiales, y por considerar al Grinch un alma necesitada del espíritu navideño, decide nominarlo como el “Campeón del Júbilo de Villaquién”.

Aun careciendo de las habilidades básicas para socializar, el Grinch se esfuerza por salir de su retiro para intentar encajar con los demás ciudadanos, cosa que en el fondo anhela. Sin embargo, una nueva decepción termina por hacerlo estallar en ira. Ese es el momento en el que decide “robarse la Navidad”, para hacer sufrir con lo que él sufre.

Martha, el Grinch y el alcalde de Villaquién.

¿Dónde estás, Navidad?

“Regalos, regalos, es todo lo que les importa (…). La avaricia nunca termina. Quiero palos de golf, diamantes, ponys para cabalgar una vez y aburrirme”. Luego de ese discurso dirigido al desenfreno consumista, el Grinch retorna a su montaña para planificar su venganza. Encarnando la protesta y vestido de Santa Claus, despoja de regalos, cenas, árboles y todo aquello que los habitantes de Villaquién relacionan con Navidad.

Según Zygmunt Bauman, en su libro Vida de consumo, “el valor característico de una sociedad de consumidores, el valor supremo frente al cual todos los demás valores deben justificar su peso, es una vida feliz”.

Sabemos que la felicidad y la infelicidad navideñas varían de un marco social a otro, subrayando la desigualdad y disparando el estrés en quienes se ven obligados —es la opción socialmente aprobada— a trabajar horas extra y gastar lo que no tienen para alcanzar la “promesa del júbilo navideño”. Pero una vez satisfecho el deseo de consumo, la sensación de bienestar se desvanece. 

Y el Grinch parece que lo sabe.

Tal vez, Navidad, significas un poco más

Amanece en Villaquién y gracias a los esfuerzos de Cindy Lou, sus moradores reparan en que tienen todo (menos sus regalos y cenas navideñas) si se tienen unos a otros. Al estar unidos, el júbilo navideño llega hasta la soledad del Grinch para romperla en mil pedazos. 

Su corazón crece al sentirse conmovido, mientras su cara se ilumina por el sol saliente. En esa secuencia, la pequeña heroína de esta historia lo acompaña en su descenso a una sociedad ideal en la que todos los ciudadanos, incluso el alcalde, disfrutan finalmente de una Navidad plena. 

         Cindy Lou y El Grinch, regresando a devolver los regalos robados.

Pese a todas las preocupaciones aquí expuestas, admitámoslo:  en determinados momentos  nos sentimos como el Grinch o de plano somos un hater, pero, es imperativo pensar  en los niños que nos rodean en nuestro círculo cercano (en mi caso mi hija pequeña a quien me niego a robarle su Navidad).

Quizás,  con el tiempo nos convertimos en este tipo de personajes porque vamos dejando de lado nuestros primeros sueños y la vida adulta nos devora, por ello la Navidad es el momento adecuado para dimensionar nuestros recuerdos que perduran como esta celebración.

En nosotros duerme un Grinch, y también tenemos nuestra  propia Cindy Lou con quien podemos mirarnos al espejo y ver cómo el color verde va  desapareciendo.

Comparte en tus redes sociales
Scroll al inicio