Cultura digital

Entre el deseo y la infidelidad en la era digital

Infidelidad virtual
Ilustración: Gabo Cedeño.

Por estos días, en los que el amor y la seducción deambulan por los caminos digitales, me pregunto cómo estos tiempos de hiperconectividad nos han arrastrado hacia un laberinto de emociones encontradas.

Poco a poco me adentro en un mundo en el que los celulares y los dispositivos privados nos han llevado a replantear las relaciones humanas, donde la fidelidad y la infidelidad se debaten en un nuevo terreno, el del internet. Arquetipos de dioses griegos del amor, el erotismo y la infidelidad como Eros, Afrodita, Zeus o Ares se enfrentan a nuevos y desconocidos escenarios donde lo digital se impone.

Dioses griegos del amor, el erotismo y la infidelidad.

Con la mirada de un explorador, me sumerjo en las investigaciones psicológicas, comunicacionales y sociales que intentan arrojar luz sobre este fenómeno. Así, me encuentro con términos como “infidelidad online”, “Facebook infidelity”, “ciberaffaire”, “ciberinfidelidad”,  “ciberadulterio” o “cushioning” que intentan describir el delicado paisaje de la infidelidad en el ciberespacio.

Mientras recorría las calles de la ciudad, recordé la teoría de Georg Simmel, el maestro de la sociabilidad. Pensé en cómo, su teoría del “capital social”, esas redes de relaciones valiosas que se generan en una sociedad, se enfrentaba a nuevos escenarios.

Me detuve a tomar un café. Cada sorbo me llevó a preguntarme si acaso, Simmel, imaginó que décadas después, su teoría iba a navegar entre algoritmos, interfaces y emojis.

En un mundo interconectado,  las definiciones se transforman y las actitudes se debaten entre lo “permitido y lo prohibido”, lo “correcto y lo incorrecto”.

Entonces es necesario preguntarnos, ¿cómo ha impactado la tecnología en las relaciones de pareja? Les invito a iniciar un viaje donde descubriremos que los significados y las acciones fluyen entre lo offline y lo online, como ríos que se entrelazan, en un mundo donde los ciberespacios ya son parte de nuestra realidad cotidiana.

Carolina, nombre protegido, le contó a Bagre su historia de infidelidad en la era digital.

¿Es merengue o no es merengue?

El ciberespacio se ha convertido en un campo fértil para la infidelidad, y la ciencia no ha sido ajena al creciente interés por investigar este fenómeno. Por ejemplo, el académico israelí,  Aaron Ben-Ze’ev expone en su libro “Love Online: Emotions on the Internet” lo siguiente:

Así, la sociedad digital, esa rueda de comunicación perpetua que gira en torno a nosotros, se convierte en caldo de cultivo para la creación de vínculos eróticos y afectivos, permitidos o prohibidos, estables o alternativos, como señalan Julie M. Albright y Eddie Simmens en su obra “The Oxford handbook of virtuality”.

Por su parte,  el sociólogo y director de investigación en el CNRS (Centro de investigación de los vínculos sociales) de la Universidad de La Sorbona, Jean-Claude Kaufmann,  en su obra “Sex@mour (Individu et Société)” expresa que en el presente, nos sumergimos en un océano de posibilidades donde el contacto frecuente y la presencia a distancia se convierten en el hilo conductor de nuestras relaciones.

Es entonces que nos deslizamos de un mensaje público a otro privado, de un guiño a un corazón, en un constante baile de seducción y flirteo en las redes sociales y aplicaciones de citas. Así  lo expone Narissra M. Punyanunt-Carter, en una investigación que realizó con los estudiantes de la Texas Tech University y que se plasma en el libro “The Impact of Social Media in Modern Romantic Relationships”.

La intimidad y el erotismo se despliegan en un abanico de oportunidades, y la infidelidad se redefine en esta era de conexión y desinhibición, tal como menciona Javier Serrano Puche, profesor y Vicedecano de la Universidad de Navarra, España. Tambien se  ha pronunciado la socióloga y escritora franco-israelí, Eva Illouz:

Sin embargo, en el mismo escenario donde florece la pasión, también germinan nuevas ansiedades y obligaciones, como apunta el sociólogo francés, Christian Licoppe en el texto científico “Connected Presence: The Emergence of a New Repertoire for Managing Social Relationships in a Changing Communication Technoscape”.

En el mismo sentido se pronuncia el sociólogo estadounidense Cheri Jo Pascoe en su obra “Hanging Out, Messing Around, and Geeking Out” cuando menciona que la “presencia conectada” nos ata a la disponibilidad y la transparencia, convirtiendo la frecuencia de mensajes y los tiempos de respuesta en criterios para medir el amor o el desamor.

Cabe resaltar que los roles de género tradicionales persisten incluso en la distancia, y la incertidumbre, los celos y los conflictos se alimentan de la vigilancia y el control que facilitan las redes sociales, como lo mencionan Charlene K. BakerPatricia K. Carreño en su texto científico “Understanding the Role of Technology in Adolescent Dating and Dating Violence”.

Así, en un universo en constante expansión, donde la socialidad digital abre puertas a la emoción y la imaginación, la infidelidad se transforma y se adapta a los confines de nuestras interacciones en línea, tal como lo señalan Natàlia Cantó-Milà , Francesc Núñez-MosteoSwen Seebach en el texto científico “Between reality and imagination, between you and me: Emotions and daydreaming in times of electronic communication”.

En esta era digital, con límites que se difuminan y pantallas transformadas en confidentes, la infidelidad encuentra un nuevo escenario para desplegar sus alas. Aquí, entre teclas y emojis, los corazones se entregan a la tentación, mientras las parejas se enfrentan a dilemas que desafían sus propias convicciones.

Nuevos escenarios, ¿las mismas disyuntivas?

En las profundidades de la era digital, el engaño y la traición han encontrado nuevos caminos para colarse en la vida cotidiana. La Universidad Tecnológica de Texas a través de la investigadora Jacklyn Cranvens, se adentró en este fenómeno, concluyendo que la infidelidad perpetrada a través de redes sociales, conocida como “cushioning”, puede llegar a doler tanto como aquella que se concreta físicamente. La investigadora, especialista en Terapia de Matrimonio y Familia, utilizó datos del sitio Facebookcheating.com para analizar el impacto de este fenómeno en las relaciones de pareja.

La doctora Cravens entrevistó a más de 200 parejas y descubrió que el ciberengaño había sido origen de crisis y peleas, incluso cuando no llegaba a concretarse en la realidad. “Y el impacto emocional para la persona que ha descubierto la infidelidad virtual no es menos grave que el de los actos cometidos físicamente”, afirmó Cravens.

 De igual forma, la CNN publicó una encuesta en su página de Facebook donde preguntó cuándo comienza la infidelidad. Más de 2000 personas respondieron, llegando a la conclusión de que, redes sociales como Facebook, permiten ser infiel sin siquiera tener contacto físico.

El 47% de los encuestados afirmó que la infidelidad empieza cuando se envían correos electrónicos y mensajes de texto a escondidas de la pareja, mientras que sólo el 20% asoció la infidelidad a las relaciones sexuales extramaritales.

Asumir las consecuencias

Una nueva forma de infidelidad florece en la era de la digitalización. Noches de insomnio, dedos deslizándose sobre pantallas, corazones palpitantes mientras se espera esa respuesta fugaz. Todo ocurre en el vasto y tentador ciberespacio, donde la interacción humana adquiere dimensiones nunca antes imaginadas.

En esta jungla virtual, las miradas se pierden entre perfiles y conversaciones, seducidas por el encanto de lo desconocido. La comunicación se vuelve una danza, un tango de palabras y emociones que afloran sin censura ni límites. La infidelidad ya no requiere de encuentros clandestinos en moteles de paso; ahora se materializa en el ámbito de lo intangible, en la intimidad de las pantallas que nos atrapan.

La tecnología ha ampliado el horizonte de posibilidades en nuestras relaciones, pero también ha resaltado la importancia de la comunicación y la honestidad en ellas. En este contexto, el libre albedrío se convierte en una herramienta poderosa para forjar nuestro propio camino en el laberinto de conexiones humanas, tanto virtuales como reales.

Mientras escribo estos últimos párrafos viene a mi cabeza Trouble de Coldplay. Y sí, probablemente, nadie que se envuelve en un encuentro online lo hace con el afán de causar problemas en la relación del otro. Sólo que, en ocasiones, las líneas suelen ser muy finas y…los dedos muy veloces.

La conclusión, entonces, no es un veredicto absoluto, sino una invitación a la reflexión y al debate. Es innegable que la tecnología avanza y cambia el curso de nuestras vidas. Y en este viaje, quizás, logremos encontrar un nuevo derrotero donde la sinceridad y el compromiso sean la brújula que guíe nuestros pasos en la travesía digital.

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